domingo, 31 de julio de 2011

¡Por no leer las etiquetas!


Está es una historia real que me contaron hace poco, pero me dieron ganas de hacerla “cuento”. Ahí va.

Por no leer las etiquetas.


Siempre me he considerado una persona centrada. Alguien quien no hace cosas que lo puedan poner en evidencia. Por ende, es obvio que esto no es obra mía.

-¿Quieres explicarme que hace un condón en las navajas de rasurar? –Me pregunto con molestia mientras sostenía dicha cosa entre dos dedos, como si le asqueara –Pensé que era un regalo que traían las navajas, y pensé que sería una gorra para baño. 

Mi madre no ve bien, de ahí que use lentes, pero eso no quiere decir que en la caja donde venia contenido el condón no dijera con letras bien grandes: preservativo.

-No es mío –musite de manera renuente. Me indignaba que pensara que algo así podía ser mío, cuando además de ser casto, soy soltero. 

-Y ahora me dirás que es de la sirvienta ¿no? –Me cuestiono con más molestia aun – ¿Qué crees que va a decir tu padre?

-Depende de que le digas tú primero –obvie la respuesta. Mi padre no detonaba si no había un “detonador”, al cual me agrada apodar “mi madre”. –. Pero, ¿Por qué iba yo a esconder un condón en los rastrillos si en mi recamara hay lugar suficiente?

-No lo sé, pero es asqueroso –se quejo nuevamente, arrojando el condón a la basura –. Espero que no vuelva a pasar.

Asentí un par de veces, antes de burlarme mentalmente. Seguramente si hubiera intentado usar el condón como gorra de baño le hubiera costado y mucho trabajo. Lo que pasaba por no leer las etiquetas.

Me levante de la computadora, aun pensando en las etiquetas, y me dirigí a la alacena, donde comúnmente guardábamos las cosas recién compradas, para constatar que todo lo que había pasado era culpa de no leer las etiquetas.

Sonríe tomando la bolsa de navajas.

Llegue al lado de mi madre, que estaba leyendo un libro, y le extendí el empaque de las navajas –Las navajas te regalan un condón.

Mi madre me miro de arriba para abajo un par de veces, tomo el empaque y leyó: “te regalamos un condón troyano”. Su cara palideció al instante y yo solté la carcajada.

-La próxima vez lee bien las etiquetas mami –me burle –, sino te va a resultar difícil quererte ponerte “eso” en la cabeza.

Mi madre me miro sin pizca de gracia y aventó el empaque a la basura. Desde ese día se lleva los lentes a las compras y siempre revisa bien las etiquetas.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario